miércoles, 3 de octubre de 2007

Partidos políticos y altos funcionarios

PARTIDOS POLÍTICOS Y ALTOS FUNCIONARIOS.

La aparición de partidos políticos como Ciutadans en Cataluña o la reciente de Unión, Progreso y Democracia promueve en mí algunas cuestiones que siempre me he planteado respecto de los partidos políticos que es difícil que puedan gobernar y cuya aspiración, normalmente, es la de jugar un papel complementario y alcanzar en su caso determinadas cuotas de poder, fundamentalmente contribuyendo a que el partido que consigue en las elecciones una mayoría no absoluta, pueda gobernar. Y estas cuestiones tienen que ver, en el seno de mis preocupaciones y de la finalidad de este blog, con la Administración y su función como poder y como elemento del poder ejecutivo y de colaboración con el gobierno correspondiente.

Ha sido siempre mi opinión, y entiendo que es un mandato constitucional, que la Administración pública ha de ser profesional, neutral e imparcial y ello significa que su función reviste una cierta clase de poder técnico que se relaciona en sus múltiples facetas con su sometimiento pleno a la ley y el Derecho. Sometimiento, por otra parte que alcanza a todos los poderes públicos tal como establece el artículo 9 de la Constitución. Una administración de este corte, que, además, por sí misma constituye la organización permanente en el sistema, cobra una importancia enorme, no sólo formal sino también material, hasta el punto que la burocracia puede erigirse en un poder fáctico, más allá de la función administrativa pública propiamente dicha alcanzando cuotas de poder correspondientes al poder político propiamente dicho y desviando los intereses públicos y la legalidad en beneficio propio. No se crea que esta situación es atribuible únicamente a la función pública, también los es al poder político, por lo que el peligro existe siempre y en todo caso; todo depende de la estructura y formalización legal y de hecho que se ofrezca de la organización político-administrativa y de los sistemas de selección, carrera y nombramiento de funcionarios y cargos políticos de las Administraciones públicas.

Conscientes de ello los políticos, en especial los partidos políticos, han tratado de restar poder a los funcionarios, por tanto a la Administración pública, para asumirlo ellos. Así, es normal que los partidos políticos tengan en sus filas funcionarios públicos y que en especial traten de “fichar” a los altos funcionarios, para que contribuyan a asesorarles en general sobre dicha Administración pública, bien en casos concretos, para ejercer la oposición, bien para obtener información utilizable políticamente, bien para la confección de sus programas. El círculo del dominio político sobre la estructura administrativa se cierra, primero, convirtiendo en cargos políticos puestos que deberían ser simplemente funcionariales, cambiando pues el sistema de nombramiento y eludiendo el mérito y la capacidad y, segundo, clasificando como de libre designación los niveles superior e intermedio de los puestos funcionariales y haciendo depender a los funcionarios, en su carrera y retribución, de las decisiones del cargo político y, por ello, obligando sutilmente a que decida o informe conforme al interés del grupo político en el poder. Sistema el de libre designación que en la realidad es plenamente inconstitucional, como repetidamente vengo diciendo desde mi punto de vista profesional y jurídico, y que elimina la Administración pública como tal y deriva en una partitocracia contraria al Estado de derecho, sobre todo cuando la situación se une a la del poder legislativo, función real de los parlamentos y predominio del Gobierno o de su presidente en todos los aspectos, marginando a aquéllos y sin Administración pública profesional.

Pero aún existe una tercera forma de ejercer esta patrimonialización política de la Administración y es lo que se ha dado en llamar “externalización”; es decir, encomendar a empresas privadas estudios, proyectos, resoluciones y gestiones propias de los funcionarios públicos, mediante contratos. Empresas que hacen lo que se les pide o incluso que se crean especialmente para la ocasión, con la garantía política de resultar adjudicatarias del contrato o, en su caso subvención.

En esta situación, cabe preguntarse, en el caso de alcanzar cuotas de poder estructural, ¿qué pueden hacer partidos como los enunciados al inicio? ¿Serán un factor de depuración del sistema? ¿Contribuirán a la consolidación de la democracia y el Estado de derecho? o ¿serán absorbidos por el sistema, perdiendo su entidad? o, de ser congruentes con su ideal y programa, ¿tendrán que retirarse del poder, denunciar la situación y ejercer un papel simplemente testimonial?. Pero, aún más, y ¿si por circunstancias imprevisibles alcanzan el poder de gobernar por sí mismos?, ¿tendrán cuadros directivos propios en quien confiar? o ¿serán traicionados continuamente por los elementos afines a los grandes partidos? o ¿se verán desbordados por el sistema y seguirán en él para conservar el poder? Vd. lector puede concluir claramente la situación; durante años, y en un sistema ya considerado democrático, se ha configurado una Administración pública politizada por un gran número de cargos políticos en su estructura y cuya cúpula funcionarial es de libre designación, en parte fiel a un partido o, simplemente, educada en la supervivencia y no en el mérito. Ningún partido político pequeño que alcance el poder de gobernar, puede subsistir, sólo lo podría hacer si se hubiere cumplido la Administración que formalmente prevén la Constitución y las leyes: profesional, neutral, al servicio de la Ley y el Derecho y subordinada al Gobierno correspondiente y que se pudiera convertir en el instrumento de ayuda al gobierno de turno conforme a dichos presupuestos y esto no existe en la actualidad.

3 comentarios:

  1. Interesante reflexión. Coincido en que la Administración debe tener un margen de maniobra frente al poder político, si bien éste tiene la legitimidad democrática para definir las políticas públicas. Y ello, no tanto para que puedan gobernar los partidos pequeños, que también, sino sobre todo, para que prevalezca el interés general de la ciudadanía sobre el particular de los partidos políticos. La Administración debe estar al servicio de la ciudadanía, no al de los partidos.

    He llegado a este blog a través del de Rafael Chamorro. Y pienso volver.

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  2. Me ha gustado tu comentario. Política y Administración son efectivamente dos entes que están en tensión permanentes, unos intentando canibalizar sus puestos más relevantes y otros pretendiendo constituirse como poder independiente. Si te interesa mi opinión al respecto puedes acudir a mi blog: www.i-publica.blosgpot. com y a la entrada que publiqué en su día http://i-publica.blogspot.com/2007/10/directivos-pblicos-la-pugna-entre.html

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  3. Lo que plantea es algo que se sucede en varios ámbitos. Uno de los más politizados son lo órganos del Poder Judicial. La Constitución lo declara como poder independiente, sin embargo, asistimos, en cada legislatura, a un tira y afloja de trueques y politiqueos en los órganos judiciales que sonroja.
    Organos que deberían velar por la justicia, imparcialidad y equidad, están embarrados.

    Significa esto que como ya estamos así no hay que hacer nada = el conformismo y resignación?
    La respuesta es obvia NO y por ello hay que recuperar la independencia de los órganos judiciales.

    Lo mismo se puede aplicar a la Administración. Está embarrada pero no por ello hay que conformarse. La politización de la administración ha sido evitada en paises anglosajones avanzados (en beneficio de la profesionalidad).
    An la Admon. española se da, además, el caso curioso de que a veces parece que los partitocracia va de acuerdo con determinados "cuerpos", así cuando gobiernan unos los altos cargos son X y cuando gobiernan los otros son Y. Lo que favore las luchas internas por el puestito, las revanchas y la falta de objetividad en los nombramientos.
    El derecho de pertenecer a un partido no debe estar reñido con la profesionalidad.

    Creo que partidos como Ciudadans o UPyD dan muestras de una democracia saludable y de una ciudadanía que no se resigna a tener 2 partidos egocéntricos y que utilizan las instituciones en su beneficio.

    Bueno es que en su programa esté la regeneración política y mejor que hicieran de catalizador para poner un poco de buen Gobierno.

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