viernes, 8 de junio de 2012

LA POLÍTICA COMO MODUS VIVENDI

Iba a titular la entrada como La política como profesión pero ante la situación actual española creo que es mejor referirse a ella simplemente como un modo de vivir, ya que calificar como profesionales a parte de nuestros políticos sería un eufemismo. Pero es que además al releer a Aristóteles y el libro La Política, citado en la última entrada, salvando las distancias temporales y la estructura social y política de su época y la nuestra, además de que se refiere a las circunstancias tanto en las democracias, oligarquías y aristocracias o en cada una de ellas individualmente, me encuentro con muchos puntos de consideración respecto de los políticos, sus retribuciones y otros beneficios. Así pongo en primer término, este párrafo de la página 239:

Un punto importante en la democracia y en la oligarquía, en una palabra, en todo gobierno, es cuidar de que no surja en el Estado alguna superioridad desproporcionada; así como dar a los cargos públicos poca importancia y mucha duración más bien que conferirles de golpe una autoridad muy extensa; porque el poder es corruptor, y no todos los hombres son capaces de mantenerse puros en medio de la prosperidad. Sólo un poquito más adelante sigue: Pero es sobre todo por medio de las leyes como conviene evitar la formación de estas superioridades temibles, que se apoyan ya en la gran riqueza, ya en las fuerzas de un partido numeroso.

Siguen otros puntos curiosos en los que se refiere a los ricos y pobres o a distinguidos y vulgo como elementos opuestos del Estado y aboga por confundirlos en una unión perfecta o aumentar la clase media, que sólo así se impiden las revoluciones que nacen de la desigualdad. Referido lo cual leo, más en consonancia con lo que nos ocupa, lo siguiente (página 240):

Veamos otro punto capital en todo Estado. Es preciso que valiéndose de la legislación o empleando cualquier otro medio poderoso, se impida que los cargos públicos enriquezcan a los que los ocupan. en las oligarquías, sobre todo, esta medida es de la más alta importancia. A la masa de los ciudadanos no irrita tanto el verse excluida de los empleos, exclusión que quizá está compensada con la ventaja de poderse dedicar a sus propios negocios, como le indigna pensar que los magistrados puedan robar los caudales públicos, porque entonces tienen un doble motivo de queja, puesto que se ven privados a la vez del poder y de las utilidades que él proporciona. Una administración pura, si es posible establecerla, es el único medio para hacer que coexistan en el Estado la democracia y la aristocracia, es decir, para poner de acuerdo las respectivas pretensiones de los ciudadanos distinguidos y de la multitud. En efecto, el principio popular es la facultad de poder obtener los empleos concedida a todos; el principio aristocrático consiste en confiarlo sólo a los ciudadanos eminentes. Esta combinación podrá ser realizada si los empleos no pueden ser lucrativos. Entonces los pobres, como nada podrían ganar, no querrán el poder, y se ocuparán con preferencia de sus intereses personales; los ricos podrán aceptar el poder, porque ninguna necesidad tienen de aumentar con la riqueza pública la propia, De esta manera, además, los pobres se enriquecerán dedicándose a sus propios negocios, y las clases altas no se verán obligadas a obedecer a gente sin fundamento.

Por lo demás, para evitar la dilapidación de las rentas públicas, que se obligue a cada cual a rendir cuentas en presencia de todos los ciudadanos reunidos, y que se fijen copias  de aquellas en las fatrias, en los cantones y en las tribus; y para que los magistrados sean íntegros, que la ley procure recompensar con honores a los que se distingan como buenos administradores.

Todo esto hace más de 300 años a. C. o sea más de 22 siglos. Como en anteriores ocasiones, que cada cual reflexione según sus ideas, preocupaciones y experiencias, pero yo quiero aquí traer en comparación con lo reflejado esa opinión, que no comparto, de que los políticos están mal pagados y que es preciso retribuirles más para atraer a los mejores. Dado el sistema de designación existente y de la partitocracia que nos preside  y de las leyes que nos dictan respecto de la organización de la administración pública, eso no me lo puedo creer, pero es una opinión muy presente. Sin embargo resulta curioso lo dicho por Aristóteles y digno de consideración, incluso para impedir el desorbitado crecimiento de la organización pública, política y de libre designación para colocar a partidarios y amigos. Nos quedan algunas otras reflexiones aristotélicas respecto de los ciudadanos y la participación que dejo para otro día.

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